Un día más amaneció en la bella ciudad de Roma. Ese día nuestros personajes se levantaron dispuestos a conquistar el último gran tesero que les quedaba: Il colosseo. Sin embargo, antes de ello se parararon en la Iglesia de San Pietro in Vincoli para alimentar el espíritu con la más humana de las esculturas: Moisés de Miguel Ángel.
Al principio, la escultura se escondía en la sombra; nuestros viajeros anhelaban la luz mas no sabían cómo hallarla. Tras una intensa búsqueda, algunos encontraron una máquina con una pequeña ranura por la que dedujeron debían introducir una moneda. Y se hizo la luz, y con ella el hostil rostro del personaje bíblico. Lo más llamativo sin duda son los cuernos que le salen a Moisés por la mala traducción de San Jerónimo.
Una vez finalizada esta fugaz visita, abandonaron la Roma Renacentista para sumergirse en la Roma Imperial, esa que llaman Roma eterna. La primera parada solo podía ser el Coliseo. Dentro de la titánica construcción, las damas y caballeros viajaron en el tiempo. Entre las galerías, sintieron el temor de los gladiadores antes de salir a luchar; en el graderío experimientaron la excitación del público en los espectáculos del anfiteatro y en los restos del palco, revivieron el poder de los emperadores.
Al salir, los artesanos vendedores y los falsos gladiadores entraron en una batalla campal que provocó la estampida de todos los visitantes. Aunque creyeron que aquello era una reyerta real, pronto las princesas y el príncipe defendieron que todo era una estrategia para hurtar bienes a las damas y caballeros foráneos. De hecho, una de nuestras damas fue despojada de la documentación que portaba en su bolsa. Muy cerca de allí, los carabinieri resolvieron el problema gracias a un salvoconducto que permitiría a Doña Shelia regresar a su lugar natal.
Mientras se solucionaba este pequeño incidente, el resto de nuestro grupó continuó su trayecto por las inmediaciones de los foros en los que puedieron ver el arco de Tito y la columna trajana. Tras los retratos oficiales frente al Monumento de Víctor Manuel II, siguieron hasta la Bocca di la Veritá. En el camino, descubrieron el teatro de Marcelo y los Templos de Vesta y Hércules que se conservan casi a la perfección.
Pasado el mediodía, por fin lograron cruzar el río Tíber hacia uno de los barrios con más enjundia de toda la ciudad: el Trastévere. Allí, con una agradable temperatura, disfrutaron de las tabernas, mesones, tenderetes, comercios, plazas, calles... Para volver a su palacio, hallaron con gran alegría un nuevo medio de locomoción: calesa con motor. El caballero Carlos se convirtió en el ticketero de la calesa, y no sólo de sus compañeros, sino también de los propios habitantes de la ciudad.
Para finalizar su estancia en tierras romanas, se celebraría una gran fiesta real, para la cual se vistieron con sus mejores galas y disfrutaron de música y bailes de la época hasta altas horas de la madrugada (el cabllero Javier afirmó: "es la primera vez que salgo y cierro la discoteca"..
Ya esperábamos con ansia el desenlace de vuestra estancia en Roma!!
ResponderEliminarMe alegro de que fuera una buena experiencia para todos.
Colgareis alguna foto? Por ejemplo, de las que no conseguimos ver? Estaría bien!
Besos!! :)
Ante todo muchísimas gracias a las princesas Doña Sonia y Doña Elena y al caballero Don Vicente por acompañar a princesas y príncipes en esta aventura. Un recuerdo para Don Julián y sus colabordores por hacerla posible.
ResponderEliminar¡Gracias por regalarnos este fantástico relato!.
Una pena que estuviese dormidita cuando leisteis las entradas del blog... Sois increíbles!! Vaya relato de relatos, bonito como pocos. Gracias por todo lo que hicisteis por nosotros!!
ResponderEliminarMuchos besitos!!
Qué paseo más bello e ilustrado, me parecía ir acompañandoos a vuestras mercedes y sus séquitos, cada rincón cada esquina, esos pequeños ladronzuelos y yo visualizando las majestuosidades vs. mastodónticas? arquitectónicas.....
ResponderEliminarGracias por tu relato
Me quedan ganas de más andanzas e incluso soy capaz, si es preciso , de vestir de caballero aún siendo dama para iniciar de nuevo camino.
ResponderEliminarGracias por vuestro relato.
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